Ante la que parece inminente salida de jugadores criados en la casa como Damià o Brandon, surge una pregunta en mi cabeza y, supongo, que en muchas otras: ¿Hasta donde puede llegar el sentimiento de pertenencia (o amor por unos colores, para los más románticos) de los jugadores? ¿Hasta donde llega el nuestro? Pocas veces coinciden y otras tantas pocas somos conscientes de ello.

Siempre he sido de los que creen que el fútbol es un espejo de la realidad. Pasan los años y, al contrario de lo que pensaba, cada vez comparo más mi vida con un gol, una jugada, un partido o un fichaje. Un mal examen como una ocasión fallida delante del portero, una relación como un partido o establecer una nueva amistad como un nuevo fichaje. Puede parecer extraño, incluso ridículo. Probablemente lo sea. Pero me ayuda. A entenderme a mi, a los demás y las situaciones que se me presentan. Y en el caso que nos concierne, a aquellos jugadores que pese haber crecido en Son Bibiloni tomarán la decisión de marchar y abandonar al Mallorca en el pozo que es la Segunda División B.

Damià carecía de oportunidades bajo los mandos de Vázquez y Olaizola.

El Mallorca se encuentra en el minuto 90 y pierde por goleada. Normal que nadie confíe. Normal que nadie tenga claro si seguir o buscar alternativas. Tras cinco años en los que parece que no se ha tomado ni tan siquiera una decisión acertada, todos los argumentos que se pueden aportar están quemados.

Damià, pese a no haber contado con mucho protagonismo en tierras gallegas, es un jugador más que válido para la segunda división, teniendo más potencial en bruto del que ha demostrado hasta ahora. Muy parecida es la situación de Brandon. Atesora un potencial y unas cualidades muy superiores a las que se pueden mostrar en el Mallorca actual, desestructurado e inestable en el césped y las oficinas. Tan solo Marco fue capaz, y no en su totalidad, de salirse el amplio gráfico de jugadores que fracasan a la hora de mostrarse tal y como son vestidos de rojo y negro. Pocos querrían jugar en este Mallorca. Yo tampoco.

Hay tramos de nuestro particular partido que el sentimiento de pertenencia, o amor, es mayor o menor. Depende de tantísimas circunstancias, tantísimos intangibles, que es prácticamente imposible tener control sobre ello. Los futbolistas, aunque muchas veces lo olvidemos (o lo queramos olvidar), también son simples mortales. Además del que se disputa en el campo, ellos también tienen sus propios partidos. Y cada uno debe, y esta en su obligación, utilizar sus herramientas y oportunidades para direccionar su partido hacia donde quiera y buenamente pueda.