El ascensor nunca subió. Fue un espejismo que ascendiera ya que cuando cortaron la escena del anuncio, el catalán apretó el botón de no cerrar para salir del elevador. Este último nunca ejecutó su trabajo. El subir y bajar constantemente. Bueno, más bien el ex azulgrana no estuvo a la altura. Siempre a ras de suelo. Porque nunca apretó el
botón que le llevaba arriba. La clave fue el maldito botón.
botón que le llevaba arriba. La clave fue el maldito botón.
Siempre quedará marcado por ser la imagen de su ascenso postizo. De una campaña con aire electoralista que impregnó diversos lugares y redes sociales con un mismo lema. Una consigna arriesgada que pocos clubes de la misma categoría, creo que ninguno, han utilizado tal estrategia para formalizar un mensaje que vertebraba, o vertebra, en el ascenso directo. Menudo salto de puenting sin cuerda de muchos de los que se tiraron. Menos mal que abajo había agua para remar. Y siguen remando.
Se estancó y tropezó en sus propias ideas. Murió con ellas antes de cogerlas y dejarlas a un lado o, simplemente, modificarlas. El mensaje de puertas para afuera se diluyó bastante deprisa y nunca quiso corregirlo. Llegó un punto en el que las victorias, tres para ser exactas, de media bocanada en Son Moix y del empate en los campos del contrario, hacían fantasear a una afición que acostumbrada a nada se conformaba con muy poco. Porque tan solo girando un poco la vista hacia atrás, se contempla demasiado residuo que tapan épocas gloriosas mucho años antes. Son historia.
Pero sin duda, el motivo más importante que hace que el catalán no vuelva a pisar el verde de Son Bibiloni es la ausencia de pegada. La falta de gol que ya se ha quedado sin calificativo. Además, agrandas la dificultad de meter en la red si en tu plantilla solo tienes a un delantero centro puro. El resto que complementaban dicha ubicación son jugadores reconvertidos a la posición de nueve, lesionados o simplemente ni contaban para el míster. Y el primero, el italiano, cada vez más desgastada su relación con el técnico. Un entrenador que veía a cuenta gotas el gol a favor pero seguía poblando la media y dejando deficitaria la delantera. Bueno, en banca rota. El sustituto será uno de los acompañantes de viaje hasta ahora del preparador ya destituido. Pepe Gálvez tiene a partir de ahora ese tren que solo pasa una vez en la vida. La oportunidad para dar el salto al gremio profesional del fútbol. Atesora una trayectoria ascendente. Él no ha empezado desde el quinto escalón. Los ha subido todos y en orden. Aspecto importante. Dicen que está preparado. Quién sabe si puede ser el nuevo Roberto di Matteo del Mallorca. Pero, por favor, que sea con la parte exitosa del italo-suizo.
Al final la balanza siempre se decanta en el mismo lado cuando se trata de relevos en el fútbol. No toda la culpa ha sido del entrenador. Puede que la haya venido demasiado grande el proyecto de ser el capitán de barco, en una embarcación que el dueño de este ha errado en la planificación de la ruta marítima y en un par de casos le han ensalzado las prestaciones de algunos marineros contratados. Y esto en un barco donde actualmente le entra agua, provocando el hundimiento y ahora mismo el descenso. Antes incluso atacaban piratas.
El catalán no ha podido conseguir su propósito. Un objetivo desde el principio ambicioso en una categoría muy complicada en el que subir cada año es más caro. El fútbol son resultados y Albert Ferrer Llopis no ha cumplido las expectativas. Fue el maldito botón.